SONES DE ESPERANZA Y ALEGRÍA
Por LUIS ALBITRES MENDO
Sí, porque en estos
caóticos y terribles tiempos, de carnavales políticos y farsas permanentes, que
no terminan, que se prolongan indefinidamente, solo nos queda apelar a la
fantástica y empecinada vocación de esperanza e ilusión del pueblo peruano.
¡Ah!, pueblo peruano, éste, el de
memoria frágil, ojalá hayas tomado lecciones del sufrimiento y de la miseria
que nos trajeron determinados regímenes!
En Cajamarca se vivió
el carnaval a quemarropa, a lo fin del mundo, como queriendo vengarse de la
mala racha de los últimos tiemps, deseando con vehemencia y aprehensión
absorber vida, alegría y felicidad.
Los rituales que cada
año, jubilosa, puntual y celosamente celebramos, cumpliendo una liturgia
largamente esperada nos impulsa a volver a la tierra, pues los carnavales son
festejados en todo el mundo y el Perú no es una excepción. Incluso cada pueblo
y cada región le confieren un rostro típico con festejos y celebraciones originarias
del lugar.
UN BRINDIS ALREDEDOR DE LA DICHA
UN RITUAL PARA ATRAER LA PROSPERIDAD
Pancho Deza nos
contaba el otro día que hay pueblos en el Perú que cuando sienten los apremios
de la alegría y desean expresarla acuden a plantar un tumbamonte en cualquier
época del año.
Lo cual afianza
nuestra idea, el baile alrededor de la unsha implica un acto de convocatoria,
un brindis alrededor de la dicha, un ritual para atraer la prosperidad.
Bailamos, cantamos y
brindamos para que nos vaya bien, para atraer todos los bienes de la tierra.
Jolgorio y admonición, placer e invocación, goces y esperanza.
El desfile de las
comparsas y patrullas, el domingo 1° de marzo, fue un espectáculo de gran
colorido, creatividad e ingenio. Nuevamente triunfó el Barrio San Sebastián.
Enorme despliegue de fastuosas representaciones, disfraces y vestuario.
Las actividades
previas fueron exitosas, por lo visto, pues otros barrios, San Pedro, San José,
La Merced y otros, mostraron menos fastuosidad y menos lujo en vestimentas y
atavíos.
Las comunidades
circundantes, pallas y chunchos, fisonomía vernacular de la región, en su
máximo esplendor, colorido y autenticidad, combinaron su alegría con el
derroche de creatividad, color y talento de los barrios más populosos.
SE DILUYEN LAS BARRAS SOCIALES
Lo típico de este carnaval,
aquí en Cajamarca, al menos en estas fiestas, la total integración de los
barrios y de las clases sociales. Tan igual desfilan las campesinas de las
comunidades periféricas como las diversas academias de folclor.
Igual se lucen las
cholitas del campo y las señoritas de la ciudad. Belleza de la mujer
cajamarquina. Todas acaparan los aplausos. Las reinas de los diversos barrios
compiten en simpatía y garbo.
Espectáculo aparte
constituye la espera de la aparición del corso. Lluvia de globos multicolores,
intercambio de risas, picardías y humoradas. Propicio el ambiente para el goce
y la sonrisa, cualquier movimiento en la pista de las avenidas o calles a lo
largo del itinerario del corso, causa hilaridad y carcajadas en la numerosa
concurrencia apostada en las veredas o en la Plaza de Armas.
PLENOS DE ALGARABÍA Y JOCUNDIA
El entusiasmo este año
no ha disminuido, oyéndose en las noches, pese a la crisis o quizás debido a
ella, los clásicos sones carnavalescos, plenos de algarabía y jocundia.
Durante toda la noche
pasaron alegres comparsas espontáneas y populares al típico ritmo de un pequeño
bombo o tambor, pitos, panderetas y las infaltables guitarras, violines o
acordeones.
En los textos de los
versos, ahí reside la catarsis. Dicen lo que quieren, se expresan sin ningún
prejuicio o censura. Hay que ver la chispa que se manejan. En sus cantos y
burlas caen políticos connotados, autoridades vigentes, personajes no gratos,
etc.
Al final, los clásicos
contrapuntos de última hora, entre mujeres y hombres, punzantes, maliciosos,
humorísticos.
EXORCISAR LOS TERRIBLES MALES QUE
AZOTAN AL PERÚ DE HOY
Los cantos y el baile,
aparte de la vistosidad y el arte de los carros alegóricos, son expresiones que
apuntan por la vida.
De este modo los
alegres pobladores de Cajamarca exorcizan los terribles males que azotan al
Perú de hoy.
Cantando, bailando y
bebiendo, llaman a todos los espíritus positivos y optimistas para
contrarrestar la miseria y los problemas reinantes como la nefasta corrupción.
CAJAMARCA, MARAVILLOSO MESTIZAJE
ANDINO
Carnaval cajamarquino,
maravilloso mestizaje andino, auténtico encuentro de dos mundos, el carro
alegórico de Colón y sus carabelas lo proclamó ante el pueblo, con un personaje
archiconocido en la ciudad y que caracterizó excelentemente al descubridor de
América.
Lo que faltó: Se
hubiera complementado lo ibérico con lo nativo, interpretando alguna alegoría
indígena. Podrían haber representado a Atahualpa, con su séquito, sus mujeres y
sus guerreros. Con ellos la raza andina hubiese sido magníficamente encarnada.
Una vez más la paloma
de la paz fue tela de fondo de un carro alegórico. Paz tan requerida en estos
tiempos para nuestra patria, otras naciones de la Patria Grande (América Andina) y en otras regiones álgidas del globo teráqueo. .
DESEO INTENSO DE VENTURA Y DE
PROLONGAR LA ALEGRÍA
Cajamarca, Perú, su
vocación pacífica, su opción por la vida fue reafirmada en la riqueza de
colores, en la belleza de sus mujeres, en las rítmicas y apasionantes danzas,
en el jocundo canto, en los versos pícaros, plenos en última instancia, de amor
a la vida y deseo intenso de ventura.
La simpatía e
ingenuidad del público se manifiestan en cómo insisten los espectadores en
tomarse fotos con los personajes disfrazados y cómo ponen a sus hijos menores,
a veces aún bebés, en manos o brazos de reinas y protagonistas de alegorías.
Muestra del hambre de
calor humano y afecto, que todo el mundo siente. El deseo de prolongar la
alegría a través de las fotografías, el recuerdo impreso, el color grabado.
El placer de cantar,
de seguir el ritmo, de hacer música. Con palitos, con pequeños tambores, el
ingenio sale a relucir y la alegría se reparte a sorbos. A punta de amicales
estímulos, vacilándose en la calle, en las plazas, en las casas, entre
fraternos amigos, compadres, vecinos, familiares.
EL SIGNO VITAL DE ESTOS CARNAVALES : DULCE LICOR DE LOS AFECTOS MÁS CÁLIDOS
El signo vital de
estos carnavales cajamarquinos, la alegría de vivir y el ansia de perdurar,
sorbiendo, escanciando hasta el final, hasta la última gota, los goces
terrenales que la vida ofrece.
Ir a tomar, a la
tierra natal, la chicha añeja, amada por lo que significa, en el marco de las
fiestas, dulce licor del amor, de la amistad, los afectos más cálidos, los
sentimientos humanos más gratificantes, el reencuentro ansiado con los seres
más queridos.
Luego vendrán las
fiestas de las unshas, así con ese sabor entre quechua y mestizo, con ese
acento netamente cajacho se le llama aquí al palo cilulo o tumbamonte.
UNSHA: ÁRBOL MÁGICO Y DE BONANZA: FELICIDAD PARA TODOS
Las unshas irán
permitiendo a las gentes, solazarse y al mismo tiempo, juntando manos, anhelos y
deseos intensos de cambiar, de mejorar, danzando siempre alrededor de este
mágico palo cilulo, invocando a la buena suerte, a la esquiva fortuna que
escamotea nuestros mejores augurios y que pasa de largo.
(Artículo publicado en el Diario La Industria de Trujillo-PERÚ, antes del Año 2,000)
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