sábado, 26 de septiembre de 2020

CARTA A MI AMIGO JOSÉ BELTRÁN PEÑA: Por ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)

 

CARTA A MI AMIGO, EL POETA JOSÉ BELTRÁN PEÑA - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)



CUENTOS DE MI TIERRA: EL PRECIO DEL SOMBRERO: Por OLIMPIO COTILLO CABALLERO


 


 

CUENTOS DE MI TIERRA


EL PRECIO DEL SOMBRERO 


 


                               Por  Olimpio Cotillo Caballero




         Cierta vez se encaminaron por sinuosos senderos un padre y su pequeño hijo. El párvulo cabalgaba un brioso caballo, en tanto que el padre, los conducía a pie, jalando la brida.


            Las horas habían consumido las energías y el sol recalentaba las sienes. Desde la ceja de costa, habían escalado hasta la cresta de la sierra.


            Estaban por lo más escarpado del camino de herradura y los precipicios se agigantaban hacia el fondo por donde apenas se distinguía el hilo de un riachuelo, cuyo murmullo llegaba de rato en rato junto al tibio viento de la quebrada.


            De improviso, como si alguien hubiera dado un rebencazo al caballo, éste se encabritó, saltando con la cabeza erguida o levantando las ancas para dar coses al aire, en tanto que papá, prendido de la brida trataba de calmar al solípedo.


-So…so…caballo…sooooo.

 

            Pero la bestia no entendía nada, por el contrario trataba de deshacerse del niño que estaba prendido en sus ancas. Sus débiles piernitas hacían lo indecible por permanecer en el lomo de la bestia. Prendido fuertemente de la crin del animal enfurecido, gritaba a más no poder, hasta que al final, no pudo soportar tanto corcoveo  y cayó pesadamente junto a una enorme roca.


-!!Allaauuu guagualláaa…¡¡¡ gritó el padre pensando que ocurría lo peor.


            Corrió hacia el niño dejando la soga del caballo que huyó desbocado en loca estampida por la parte alta del sinuoso camino, en tanto que el sombrero del niño rodaba lentamente por la pendiente rumbo al precipicio.


            El padre tomó a su hijo entre sus brazos, lo examinó, lo cargó, lo besó una y mil veces, enjugó sus lágrimas y le preguntó intrigado:


-¡Qué te duele hijito?


-Nada papá…caí como a un colchón de plumas.


El padre, al notar que estaba sano su hijo del alma, lo dejó que se pusiera de pie y al mirar hacia el precipicio, distinguió que el sombrero del niño, seguía rodando lentamente como una rueda. Trató de ir tras la prenda para atraparlo, en eso escuchó a su pequeñuelo que le decía:


-Papá…Deja que el sombrero se vaya…Un sombrero podemos comprar, pero si tú te caes, un papá no podré comprar.


            El padre conmovido por las palabras del niño, volvió hacia su chiquillo al que lo colmó de besos y mimos. No se explicaba cómo un pilluelo de esa edad podía pensar de esa manera.


            Padre e hijo siguieron caminando cuesta arriba, como si nada hubiera pasado…

           

            Al tercer día en que el padre devolvía el caballo a su dueño, éste muy socarronamente rompió en estrepitosa risa para hacer saber que:


-Recién el día anterior, había domado al caballo.



 (*) Del libro: Cuentos fantásticos con alma humana de OCC, ediciones KAFE. Pag. 219 al 223

lunes, 14 de septiembre de 2020

NIMIA MORALES VILLAR: VIAJE HACIA LA VIDA. Por LUIS ALBITRES MENDO

 

NIMIA MORALES VILLAR

La poeta cajamarquina NIMIA MORALES VILLAR, en la presentación de su libro "Guerreras del Viento", en homenaje a la escritora cajamarquina TERESA GUERRA GARCÍA (recientemente fallecida), en el marco de la II Feria del Libro en la ciudad de CAJAMARCA.



VIAJE HACIA LA VIDA




 

Por LUIS ALBITRES MENDO

 

“EL RUMOR DEL SILENCIO Y LAS ROSAS DE LA TARDE – Poemas del Destierro y de la Muerte” de NIMIA MORALES VILLAR (Talleres Gráficos de la Imprenta Cajamarca, 1985). Prólogo de MANUEL IBÁÑEZ ROSAZZA.

La sensibilidad de Nimia florece en poemas sencillos como la vida misma y como ella, compleja también, entregándonos entre líneas, profundos pensamientos que entrañan una concepción filosófica definida, logrando transmitir la emoción de los elementos naturales.

 

INFRANQUEABLES INTERROGANTES DE LA MUERTE Y LA SOLEDAD

 

Extrañas transparencias de la noche, prístinas elucubraciones de la lluvia, infranqueables interrogantes de la muerte y la soledad.

Haciendo recordar a Gabriela Mistral,  NIMIA MORALES (poeta nacida en la ciudad de CAJAMARCA), escribe poemas transidos de un amor inmenso a las personas que la rodean –ritmo y cadencia naturales-, maestra de campo, expande sus afectos en un banquete léxico de simplicidad y sencillez.

 

POBRE PERÚ DE OLVIDOS Y NAUFRAGIOS, POBRE PERÚ DE MUERTES Y DE EXILIOS

 

Poesía buena y pura en su dulce intimidad, como el aire, el sol, la música, la lluvia. Pero también dolorosa (“la vida con sus burlas y desdenes”, “todo un hato de días inservibles”, “Pobre Perú de olvidos y naufragios, pobre Perú de muertes y de exilios”. (Cuánta vigencia adquieren estos versos hoy en día).

La autora, da muestras de una vida interior intensa, vibración poética y una impresionante riqueza espiritual. Sorprenden la filosofía de “Cactus”, o el atractivo de “Sauce” (“Sauce melenudo,/... viejo profeta de los campos hondos,/ de los trigos y la luz.// Conquistador invencible de horizontes/ que, a fuerza de mirar hacia los cielos,/ te volviste humilde,/ desde la raíz hasta la flor! …Agreste ternura convertida en árbol y arbórea emoción de eternidad! …Sauce llorón de alma misteriosa./ Melancólica expresión de soledad./ Dulzura abandonada junto al río./ Creo que Dios te miró y dejó en tus hojas,/ temblorosos destellos de bondad”).



CLARINADAS DE ESPERANZA , PERTINAZ FE EN EL HOMBRE

 

Clarinadas de esperanza y una pertinaz fe en el hombre (“El hombre se hará bueno a toda costa. Todavía queda una aurora por nacer dentro y fuera del corazón humano”).

No solo abrojos y tristezas, sino optimismo (“Sembrando flores, / cosechando luceros infinitos, / enraizando en la tierra, pero siempre en permanente actitud de vuelo, / buscando nuevos horizontes claros, / afirmando caminos invisibles”).

Frente a todas las cosas se estremece. Al estilo de Whitman pero con el inconfundible acento de Nimia (“Y seré una ola o una nube/ o el polvo de algún camino olvidado/ o las huellas vigorosas e impalpables/ que un insecto, al volar, deja en el aire,/ o quizás sea el rayo de una estrella/ o el trino de un gorrión en la alborada/ o el azul que entre sombras se diluye”).

Rinde homenaje a Eguren en “Nube” (“Barquichuelo fugitivo a todo trapo,/ juguete predilecto de los vientos,/ retazo de algodón escarmenado/ con amor silencioso, en lenta calma./ Cometa blanca que un poeta/ te formó con suspiros y te puso a volar,/ y hoy te maneja con la cuerda/ invisible de sus sueños”).

 

PALPITANDO EN EL PULSO DE LA TARDE

 

Inmenso amor al teruño (“Plazuela de Cajamarca”:…/pequeñitas,/ pero intensas de ternuras/ y de dramas./ Ciudadelas de palomas invisibles/ palpitando en el pulso de la tarde./ Breves refugios que custodian el secreto de una historia sencilla como el agua, teñida de luceros…”).

 La lluvia, una constante o un leit motiv (“lluvia fina, imperceptible, / lluvia dulce, escurridiza,/ que hoy me mojas toda entera,/ sigue cayendo en mi vida/ con tu música de ensueño,/ con tu fiebre de distancias, / con tu rocío intocable,/ que impaciente ya no puede aguardar las alboradas”).

 

DULCES FORMAS FUGITIVAS DEL PAISAJE

 

Atractivo eglogal, poético y anchuroso sentido de la perspectiva (“Una choza,/ una oveja, / y un balido, / disolviéndose/ en la tarde campesina./ Avidez de mi alma,/ que devora dulces formas fugitivas del paisaje…/ de mis ojos sensuales/ que persiguen/ un ensueño perdido/ entre los árboles”).

 

SENTÍ EL ALETEO DE UN DULCE MILAGRO/ …CADENCIAS DE LA LUZ Y EL AGUA

 

Del amor maternal, expresiones (“En lo más profundo de mi arcilla joven/ sentí el aleteo de un dulce milagro/…/ Mi voz queda y triste/ aprendió cadencias de la luz y el agua/ para adormecerte/ mis labios/ hoy tienen el tacto de rosas fragantes y abiertas”).

Jirones de la vida de un maestro rural quedan prendidos en muchos de sus versos; su rebeldía, su protesta social y su admiración y afecto por César Vallejo, también quedan patentes.

(Artículo publicado en el Diario La Industria de Trujillo (1985).  Por supuesto, Nimia Morales Villar ha evolucionado muchísimo en su producción poética. Mereció el galardón literario "HORACIO ZEVALLOS"( que lo otorga la Derrama Magisterial) en el Área de Poesía para Niños (2014), presentado bajo el título de "Alforja de limosnero". Estos poemas son parte de un libro mucho más amplio, denominado "Jugando con la Palabra". Actualmente tiene varios poemarios publicados como CANTARES AGRESTES,  ALAS Y VUELOS,   PALABRAS BLANCAS Y ELEGÍAS BREVES O PALABRAS BREVES Y ELEGÍAS BLANCAS,  SONATA DEL AGUA ( inédito, pues debió salir entre marzo y abril de este año y fue interrumpido por la pandemia)




martes, 8 de septiembre de 2020

¿PREMIO NACIONAL DE LITERATURA O PREMIO NACIONAL DE NEGOCIO DE LITERATURA? Por MIGUEL GARNETT

 ‘Premio Nacional de Literatura’, o ‘Premio Nacional de Negocio de Literatura’?





Miguel Garnett
, en escrito dirigido al Ministerio de Cultura del Perú, reflexiona en torno al Premio Nacional de Literatura 2020.

LE MOT JUSTE

En su libro Cartas a un joven novelista, el Dr. Mario Vargas Llosa hace hincapié en el uso en cualquier escrito de le mot juste –es decir la palabra precisa–, y con esto estoy totalmente de acuerdo. Hay que hablar y escribir con claridad y llamar las cosas por sus propios nombres. ¿Por qué, en este momento, me preocupo de esto? Es porque discrepo con lo que el Ministerio de Cultura llama Premio Nacional de Literatura 2020.

Como escritor en Cajamarca, conversé con la Sra. Directora de la Dirección Desconcentrada del Ministerio de Cultura sobre la posibilidad de postular para el Premio. Ella tuvo la gentileza de apoyarme cien por ciento. Juntos estudiamos las Bases del Concurso y llenamos los formularios – dicho sea de paso, una tarea bastante ardua. En el número 5 de las Bases notamos que dice: Solo la editorial (persona jurídica y persona natural con negocio) puede postular a la presente convocatoria con las obras literarias que haya publicado. Confieso que hicimos caso omiso a esta frase la persona natural con negocio, simplemente porque no vimos ninguna conexión entre la tarea de escribir una novela y tener un negocio. Fue un gran error nuestro porque me ha llegado una observación que informa que una investigación en la SUNAT revela que soy una persona sin negocio. He preguntado si hay una manera de subsanar esto y la señorita que trabaja en el Ministerio me respondió gentilmente que no. Insistió que era muy claro en las Bases que la persona natural postulando tenía ser una persona con negocio.

En mi caso admito que no solo no tengo negocio, sino soy tan inepto en la materia que no sería capaz de vender un plato de cebiche a una persona rica con hambre.

Manifesté a la señorita mi extrañeza con respecto al requisito de tener un negocio y pensé: Cuando he participado en campeonatos de karate-do, jamás me pidieron que tenga un negocio para vender ropa deportiva o preguntar si tuviera un restaurante. Con paciencia, la señorita me explicó que debería leer con más atención que la finalidad del concurso era visibilizar la labor a de la industria editorial en el Perú. Por este motivo, los autores de las novelas presentadas tenían que tener un vínculo con el negocio de vender libros. Entonces --observé-- este es un concurso para estimular la venta de libros y, en vez de llamarlo ‘Premio Nacional de Literatura’, debe ser ‘Premio Nacional de Negocio de Literatura’.

Lógicamente, no me ha quedado otra opción sino retirarme de postular para participar en el concurso y, al hacerlo, pienso que lejos de estimular la creatividad literaria en el país, lo que está haciendo el Ministerio de Cultura es estimular el negocio de la literatura. En este contexto, pienso en lo que ha dicho últimamente el Papa Francisco con respecto al orden económico que debe regir en el mundo, un orden en que la persona humana esté en el centro, no el dinero.

En este concurso, el escritor independiente no solo no está en el centro, simplemente no está. Esto me molesta a mí, pero también debe molestar a todos los escritores que no están vinculados con un editorial y que están trabajando por su cuenta. He asistido a varias reuniones de escritores y siempre he sentido el gran gusto de compartir con personas creativas, listas a compartir sus conocimientos y sus experiencias. Todos estos creadores y creadoras merecen ser estimulados en su labor literaria como seguidores de una herencia nutrida de la literatura nacional. Por tanto debe haber un concurso nacional que estimula específicamente la creatividad literaria.

No me opongo a concursos para negociantes y a estos se pueden llamar a todos los hombres y mujeres de negocios que haya en el país. Pero, invitar a escritores a participar en un concurso que a fondo es de negocios me hace recordar una anécdota supuestamente relatada en conexión con el gran pintor Vicente Van Gogh. Se dice que una persona observaba un cuadro de Van Gogh y le preguntó: ¿Por qué no pintas una silla en que se podría sentar, en vez de aquella toda torcida? Van Gogh respondió: Si quieres una silla para sentarse, llama a un carpintero, no a un artista.

Amigos del Ministerio de Cultura, si quieren estimular negocios, llamen a empresarios y no a escritores.

Atentamente,

Miguel (Michael) Garnett.
DNI. 26606222.

Cajamarca, setiembre, 2020.



domingo, 6 de septiembre de 2020

URPICHA . Por ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)

  


U.R.P.I.C.H.A
.  .
Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

Ayer,
envuelto
en la cobija
del tiempo
aquieté la furia
de la acerba lluvia,
que en penumbra caía
sobre las calinas tapias
de mi alma prisionera.
.
Hoy,
el viento trae el alba
a la negra cordillera,
perfumada de colores,
de retama y malva.
.
Ya despierta el tauri,
también el Huandoy,
y el trino en la pradera;
pronto se dormirá la tarde
bajo la blonda sombra
de una nube viajera.

Huascarán, 5 SET 1981

"Escrito en la piel de la mágica montaña, una madrugada de cansino andar por las ríspidas veredas de la Cordillera Blanca". NAB
 
 
                        

CUENTOS DE MI TIERRA: CASTIGO CASI ETERNO. Por OLIMPIO COTILLO CABALLERO

 

CUENTOS DE MI TIERRA

 
 
CASTIGO CASI ETERNO

 
Olimpio Cotillo Caballero

    Cuando el niño Luis, tenía un amigo varios años mayor que él, siempre aprendió lo que sus abuelos le narraban cuentos, a veces llenas de alegría de sus personajes y en otras dignas de derramar unas cuantas gotas de los ojos.
    Tirados en el verde pajonal como si solos ellos existieran en este mundo, Macario, amigo de Luis, reproducía esos cuentos de leyenda que su abuelo paterno le había hecho escuchar en noches de luna llena.
    Macario se trasladaba a viejos tiempos y lo que decía lo volcaba con tan patético gusto, que sus personajes cobraban vida.
    Decía Macario que, en el paraíso de bellas flores, árboles preñados de sabrosos frutos, arroyuelos de cristalinas aguas, vivía como el más mimado de los pájaros, el zorzal cuyo plumaje era de vivaces colores y su cantar era tan melodioso que embelesaba a las demás aves.
    El jilguero decía que cantaba mejor, el canario celoso de los halagos, también reclamaba la preferencia, el ruiseñor igual.
    Y no faltó un asno que desde la pradera, decía: ¡Silencio mosquitos!, mi rebuzno es incomparable, porque hago callar a todos para que escuchen mi cantar sonoro y acompasado.
    Hasta que un día, uno de los tantos santos que hay en el cielo llamó al zorzal y le ordenó con carácter de muy urgente:
-Zorzal, anda donde mi abuelita y dile que recoja inmediatamente el maíz, el trigo, la quinua y todo lo que ha tendido para que se seque, -y mirando al cielo agregó- porque ve viene una lluvia copiosa que puede barrer con todo…Pero vuela antes que caigan las primeras gotas.
-¡Muy bien San Quirquincho!, dijo el zorzal y emprendió el vuelo fugas.
    Estaba a medio camino y en eso distinguió a su amada por quien era capaz de cualquier sacrificio. Hizo un quiebre en su vuelo y aterrizó en la rama donde su amada se acicalaba las plumas con coqueta parsimonia.
-Justo estaba volando en tu búsqueda, mintió a su amada y ésta orgullosa fingió ignorarle.
-No creo –dijo la hembra altanera con cierto desprecio- estarás haciendo un mandato de tu jefe que te tiene como esclavo.
-¡¿Esclavo yooo?!...- protestó el zorzal- Jamás. A mí nadie me manda.
-Ja,ja…Te apuesto a que no eres capaz de acompañarme al riachuelo de aquí cerca para tomar unos baños.
    El zorzal, no pensó dos veces y acepto la invitación.
    Llegaron al riachuelo y de inmediato comenzaron a zambullirse, a sacudirse las alas, no faltaron mil piruetas, especialmente del zorzal macho que para exhibirse y  decir que era un completo atleta, entraba y Salía de las profundas aguas con donaire y mucha picardía. En ese trance, una ponzoñosa espina, le causó una herida en alguna parte de su cuerpo, pero el zorzal aguantó el dolor y disimuló la circunstancia.
    Pero la pareja no pensó que se desataría una torrencial lluvia que ennegreció el paisaje e inundó los caminos y aumentó el caudal del riachuelo.
    Y para sorpresa de la pareja, los mil colores de sus plumas comenzaron a desteñirse, quedando solo un plomo desteñido.
    La hembra al notar que cambiaba de color, se echó a llorar a mares y el macho se acordó del mandato que le hizo santo Quirquincho.
    Arrepentido de su desobediencia, sin despedirse de su prenda querida, echó vuelo rumbo a la casa donde se había tendido los granos, pero no encontró ni rastros, todo había sido barrido por la torrencial lluvia.
    Entonces, urdió una historia y se dirigió hacia santo Quirquincho. Cuando estuvo en su presencia, fingió sumisión y humildad.
    El santo, anticipándose a una información falsa, fingió no conocer la realidad, aunque ya había castigado quitándole los colores de su plumaje. Pero de todos modos le preguntó:
-¿Lograste recoger los granos a tiempo…?
-Mire mi gran señor, cuando me ordenaste a que avisara a la dueña de la hacienda a que recogiera los granos de la cosecha, fui como el viento, pero en eso un cazador intentó matarme a tiros con su escopeta. Desafiante le grité: A mí imposible que me mates, porque tú tendrás tu escopeta, yo tengo mi “pishcopeta”. El cazador se enfureció por mi desafío y luego de cargar su arma de dos cañones, apuntó bien y disparo, pero solo me causó una herida.
-¿Podrías mostrarme esa herida?, le dijo el santo.
-Claro mi Señor. Levantó la cola y de verdad tenía una herida, pero no como decía él, producido por una escopeta, sino era producto de un hincón de una espina.
-Ajá, dijo el Santo y luego le preguntó: ¿Y sabes por qué ha cambiado tu plumaje, tan bello y llamativo de tus plumas?.
-No señor…
-Por tu culpa, nadie tendrá qué comer durante el año…todas las cosechas se lo ha llevado la lluvia, dijo el santo y luego pronunció unas palabras equivalentes a una maldición: “El color de tu plumaje y de todas tus generaciones se quedará así desteñido y la herida que tienes en tu trasero se volverá costra y nunca desaparecerá en toda tu dinastía hasta la consumación de los siglos”. Has desobedecido mis órdenes y esas dos cosas las pagarás por desobediente.
    El zorzal voló a un árbol solitario y allí lloró a mares ofreciendo mil arrepentimientos, pero todo fue en vano. El castigo del santo, ya estaba dictado
    Desde entonces, el zorzal tiene una costra, que debe servir de escarmiento a todas las especies de la tierra que no obedecen el mandato Divino.
                        
Huaraz, 29:08:2020

EL RETORNO DEL POETA: Por JUAN CARLOS PRIOTTI

 


EL RETORNO DEL POETA
 

 Por JUAN CARLOS PRIOTTI
 
 
 Cortesía: Luis Albitres Mendo

Cuento galardonado en el Concurso Anual de Narrativa (Julio 2020) organizado por el Instituto Peruano de Cultura en Miami - Florida - USA

Marchaba hacia días sin nombre,
pero el terruño
lo llamaba con fuerza irresistible.

Esteban Valoy, quería escribir en un intento de liberarse de la congoja que le producía el retorno, de la ansiedad hacia la que lo llevaba ese monótono traqueteo del tren, ese borroso sucederse de árboles, casas y gente que estaba más allá de la abierta ventanilla. Quería ser, necesitaba ser, absolutamente sincero consigo mismo. Desentrañar hasta que punto esa nostalgia suya era auténtica, tenía un fondo de verdad que podría, mañana, justificar con un poema.    

¿Cómo, en qué momento comenzó a escribir? No lo supo hasta desandar el camino del retorno a sus raíces. Cuando llegó a la casa que nació y amó, sintió una soledad que tenía olor a humedad y vejez, y que temblaba en cada cuarto vacío. En la penumbra había un silencio mucho más hondo, que no le pertenecía, y al que se entregaba sin fuerzas, ni palabras… Algo así como sentirse morir de a poco, con la certeza de que nada de lo anterior, de lo conocido y vivido, era realidad ya. Durante segundos que parecían horas, su vida no tenía más horizonte que una soledad sobrellevada con indiferencia, sin dramatismo. Había cicatrizado en él la vieja herida que se llamó ausencia, había logrado reducir su existencia a la rutina de recorrer el patio solariego, contemplando la tarde bajo el pabellón del centenario laurel.  

Así fue como floreció el poema. Esteban Valoy ahora estaba allí,  frente a los recuerdos. Hacía apenas una hora que había retornado. Todavía tenía los ojos húmedos. La tristeza lo rodeaba con sus grandes brazos. Pensaba  que su corazón era como un gran hueco  oxidado, como un gran pozo de soledad. No, él no podía creerlo. Por el lado del cerro hasta donde terminaba el valle, la tierra sin árboles trepaba por sus ojos a cascada, ni una sombra brindaba frescura al paisaje. El escondido son del tiempo que ahonda perfiles en el alma, pasaba y lo rozaba con la mirada alzada en abandono. De su alma habíase adueñado la soledad, de tal modo que no tenía palabras para expresar la tristeza de sus propios pensamientos. Hasta que entró en un remanso de profunda meditación, algo extraño y rebelde le recorrió todo el cuerpo, y los versos surgiéronle solos. Comenzó a escribir:

                                   Con esta voz que me desvela fundo la memoria
                                   al contemplar en este tiempo de lo efímero,
                                   la muerte de los árboles y el vuelo de las aves
                                   que migran en los peldaños del viento.
                                   Esta imagen apenas alcanza para un silencio.
                                   Puede ya la tarde reflejar en mi corazón
                                   el verde de las muertes en verde primavera,
                                   contenida en la orilla más amarga de mi llanto.

Recordó la casa en que vivió la niñez y la adolescencia, esa antigua casa de madera y chapas de cinc, con galería en frente y un jardín de geranios y jazmines. Y el patio solariego bajo el laurel centenario. En aquel entonces, él tenía 15 años y un prolongado sueño, que solamente sabía de la historia que comenzaba con este viaje en el tiempo hacia las raíces. Después contempló el cielo de velados sentires en las nubes, y durante minutos interminables era todo él una sola llaga ardiente. Luego vino la reflexión del poema. Prosiguió escribiendo:

                                   Este es mi agraz tiempo, digo, y no me asombra
                                   soñar despierto con mi tierna nostalgia de niño,
                                   que me convierte en el poeta que siempre debí ser
                                   la radiante luz de la luna en la noche interminable.

     El recuerdo de la infancia estaba allí, y aún le hablaba como en días distantes:
- Nunca te dejaré solo. Hasta desde la muerte habré de acompañarte, porque te pareces demasiado a un niño. Y yo necesito ser la sangre del lado izquierdo de tu corazón, donde está la vida que vendrá a beber.

     Sonreía tristemente. No, nunca podría olvidar aquellos recuerdos que habrían de acompañarlo para siempre. Pensó que, tal vez cuando sea viejo y la proximidad de la muerte borre definitivamente todos los recuerdos tristes y las soledades, irá en busca de aquel niño que tanto añoró. Ahora podía escribir:

                                   Y me pregunta el sol en el estambre de la tarde,
                                   ¿cuánta semilla crece en la tierra de mi sangre?
                                   La vida sin dolor no existe pero me muestra
                                   lo que es verdad y lo que es leyenda.
                                   Mas la razón me enseña que todo importa
                                   en este siempre nacer con la sed y la nostalgia.

Recordaba todo, también aquel otoño en el que estrenó un trajecito de marinero, y andaba por calles abandonadas. Recordaba versos escritos en la sonoridad del canto inolvidable del zorzal chalchalero. Poco después supo que no podía vivir sin respirar el mismo aire. El cielo bajó hasta él, y una estrella le iluminó los pensamientos. Eso fue el principio. Y eso fue todo. Luego se inclino sobre el papel en blanco para escribir:

                                   Aunque el sueño queme y me parta en dos la vida,
                                   el conjuro se extiende tan pronto mi corazón
                                    toca el fin de un suspiro demasiado hondo,
                                   sólo por estar libre y vivo sin contar las horas
                                   hasta verterme aquí, con este asedio de la palabra.

Una gran ternura le iba invadiendo el alma a medida que escribía, rodeado de una aureola de luz que sahumaba una madreselva. Era indudablemente su mensaje cósmico hecho poema, y lo veía crecer en la sublimación. Entonces surgió la otra estrofa:

                                   Soy esta brizna este soplo del sol que me alumbra
                                   para mirar la caída del tiempo en el vacío,
                                   por donde sube a deshora la savia de un pasado
                                   del que apenas heredo su ornada transparencia.

     Si, cuánta luz en el paisaje manso, cuánta luz dueña dolida del verde ausente, ahora la penumbra estaba con él. Porque de esa luz nacía su mirada, en que se deleitaba a solas con el recuerdo, signado por el paso del tiempo. El valle de agudos ecos y pastos grises, se estaba mereciendo la estrofa. Continuó el poema:

                                    He nombrado mi tierra y le escribo desde el amor
                                   tejido con los hilos de una larga ausencia.
                                   Pero a tal suerte de hurgar con la mirada distante
                                   en la urdimbre de su vasto cielo, yo estoy tan cerca,
                                   ¡tan cerca que me pierdo en la luz de su tiniebla!

      Después el sol como una gran boca de sangre que se comía el horizonte de cerros,  sentimentalmente le recordaba momentos vividos en comunión de sueños. La luna, por ejemplo, esa eterna cómplice de Afrodita donde la poesía no tenía palabras, o aquel amanecer que lo sorprendía después de recorrer la noche contando estrellas. Ahora él estaba allí, ausente y presente de tan extraña manera, desovillando recuerdos y olvidos. Encendió un cigarrillo y entornó los ojos para reconstruir la imagen del tren que lo trajo hacia largos días de felicidad. Se dijo en voz alta:

- La felicidad no tiene historia y si lo tiene, se escribe en otra forma, con otro lenguaje…

     Luego irrumpió el silencio, un silencio cómplice que le permitía escuchar las voz de su pensamiento recordando todo, una casa, un árbol, un cielo, una lágrima. Y sin caer en los extremos de un monólogo infinito, decidió escribir la última estrofa:

                                   Por maldad o por olvido algunos sueños perecieron
                                   para volver a nacer con este retorno a mis raíces,
                                    siendo sublime epifanía sobre atalaya de pájaros
                                   en un desierto que media entre el humo y la ceniza,
                                   donde un laurel sueña con su sombra perdida
                                   junto a mis lágrimas que vierto en dulce intimidad.

     Dejó el lápiz sobre la mesa por unos minutos y sonrió. Por primera vez sonrió sin tristeza. Leyó lentamente todo el poema, y levantó los ojos hacia el crepúsculo que comenzaba a teñir de rojo la cima de los cerros. Volvió a recordar la historia de pobreza y de coraje que había sido la de su niñez y adolescencia, y al releer el poema en voz alta le pareció que el crepúsculo sonreía.

     -Oh, mi Dios… -dijo casi feliz. Volvió a tomar el lápiz y escribió el título sobre la primera carilla:       
                                               Sombras de mi Valle Azul

 Y al mirar el cielo con los ojos húmedos, comenzó a llover una lluvia de árboles y de pájaros sobre el valle. Después, en una regresión de imágenes, recobró el rostro de aquel niño añorado, diciendo:

-Tú sabes, sueño mío, que no es cierto. Pero toda verdad necesita de una pequeña mentira…

 La noche entraba por la ventana y la luz de las primeras estrellas ya estaba en el corazón de Esteban Valoy.